(Arica, 16 de junio de 1887)

Mi querido general: Usted ha sido la autoridad que apenas desembarqué me recibió en mi segundo viaje a la América Española. A usted acudo para saludar por su conducto a los pueblos de Centroamérica y a todos los otros, hermanos del mio, que no visito esta vez más que con el deseo. Soy el primero de mi estirpe que pisa el territorio descubierto por Colón, y siento la necesidad de desahogar mi corazón de español. No es, sin embargo, a la autoridad a quien me dirijo, sino al hombre que ganó mis simpatías por su amor a la madre Patria y al país en que vió la luz.
Descendiente de los antiguos Reyes que dominaron el Nuevo Mundo, lo visito hoy de incógnito y desterrado de mi Patria; pero todos los obsequios y las muestras de afecto que recibo son para aquella, y en su nombre bendito las agradezco.

España no aspira a dominar de nuevo sus hijas emancipadas; sólo desea su engrandecimiento, el cual nada más que con la unión entre los pueblos de nuestra sangre y de nuestra lengua puede obtenerse. Si mi viaje lograse inspirar o robustecer este pensamiento, que en la familia de usted es gloria hereditaria, daríame por muy afortunado; la raza hispanoamericana no puede perecer. Al saludar por primera vez el Pacifico en Panamá, vi levantarse ante mi la sombra de Balboa, trazando en sus aguas la Cruz con el Pendón de Castilla. En los trabajos del canal, obra latina, he presentido un lazo entre lo pasado y lo porvenir.
Que éste sea próspero y glorioso para los pueblos de nuestra raza, es el más ferviente voto que elevo a Dios desde la tierra americana.
Su afectísimo,
CARLOS.
Fuente:
Ferrer, M. (1959). Historia del tradicionalismo español (t. XXVIII, vol. II). Documento n° 27 – Carta al general don Alejandro Posada (pp. 36-37). Sevilla: Editorial Católica Española, S.A.