Carlos Restrepo
Cuenta la leyenda que a finales del siglo I llegó al altiplano cundiboyacense un santo varón descrito como un hombre blanco, rubio y de ojos azules. Se cuentan muchas leyendas de este hombre, pero todas coinciden en su papel civilizador, siendo quien enseñó a los muiscas a tejer ruanas y a construir caminos, entre otras actividades que trajeron progreso material. Este hombre se llamaba Bochica, aunque recibió también otros nombres.
Y este santo varón trajo no sólo progreso material, sino también moral, enseñando buenas costumbres a los hombres de la Confederación Muisca. Destaca el hecho que este hombre bautizaba y estableció un sacerdocio, lo que llevó a pensar a los conquistadores de que se trataba de alguno de los apóstoles, como Santiago o San Bartolomé. Se cuentan muchas leyendas acerca de este particular personaje, incluso que hacía la señal de la cruz con sus manos, o el hallazgo de un crucifijo por Gonzalo Jiménez de Quesada.
Más interesante resulta aún que después de haber realizado muchos prodigios llegó al altiplano una mujer —muchas veces descrita como hermosa—, la cual enseñó malas costumbres a los muiscas, por lo que Bochica decidió convertirla en lechuza. La leyenda tiene sus variaciones según el cronista, se le atribuye el nombre de Huitaca, y en algunas versiones es la esposa de Bochica. No obstante, el jesuita Alonso de Medrano relata que llegó al territorio muisca un demonio en figura de mujer anciana, llamada Bague, madre de los dioses, que predicó contra las enseñanzas del extranjero. Bague tuvo muchos hijos, que tuvieron por nombres Cuza, Chibchachun, Bochica y Chiminigagua.
No es de extrañar que hoy algunos grupos feministas y/o indigenistas resalten la figura de Huitaca como símbolo de la rebeldía, la sabiduría y la liberación sexual, donde ella es la manifestación de Bagué, la fuerza femenina primigenia, el todo y la nada de lo cual se crea el mundo; su función fue la de purificar y liberar las aguas del territorio muisca transmitiendo consigo la sabiduría de la sexualidad sagrada, el trance de la danza y la borrachera y los demás caminos que permitían al ser humano entrar en contacto con sus mundos internos y espirituales (Chiminigagua, 2015).

Llama la atención que el padre Medrano destacara la procedencia de esta mujer como extranjera y su aparición como muy posterior a la de Bochica, lo que ha llevado a que algunos autores consideren que se trató de una interpretación acelerada de Medrano (Bohórquez Roa, 2017), lo cual a su vez lleva a pensar que desde la academia se intenta deslegitimar al cronista.
Como ya se expuso, algunos grupos quieren resaltar la figura de esta diosa como una Lilit andina, atribuyendo la demonización de Huitaca al cristianismo y al patriarcado. Puede que al lector esto le resulte ridículo, pero en realidad es perverso, pues es un retorno al paganismo.
Huitaca y Bague a veces son descritas como diosas distintas: una es rebelde y la otra es madre, pues incluso el culto a las diosas madres a lo largo y ancho del mundo no se ha salvado de la perversidad. El culto a la tierra, a lo telúrico, simboliza un paganismo mucho más dañino que el dirigido a otros miembros de los panteones, ya que está casi siempre relacionado con el panteísmo: en hacer de la misma naturaleza un objeto de culto. Y no es la sociedad muisca la única donde vemos una batalla entre dioses civilizadores y viciosos, pues es algo visto en todos los continentes, que en América serían Quetzalcóatl y Manco Cápac —los civilizadores.
Si Bochica era en realidad un apóstol no es algo que se pueda corroborar en el presente artículo; del mismo modo se debe descartar por completo cualquier interpretación que la secta de los mormones da a estos mitos. Los mismos cronistas diferían en la fecha en la que Bochica llegó a civilizar, a veces antes del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, otras al alrededor del siglo X. Alexander von Humboldt creía que Bochica era un nórdico —por la descripción física parece serlo— u otro europeo naufragado, aunque queda en manos de historiadores y arqueólogos determinar si algún misionero de la diócesis de Garðar en Groenlandia pudo lograr la gran hazaña de atravesar el continente.
Ambas figuras serán usadas como metáforas. Con la llegada de los españoles Bochica caminó de nuevo sobre los Andes, la Verdad revelada sería enseñada a los indígenas y el pueblo neogranadino mestizo nacería a la luz de la Fe verdadera. Las estirpes de los tres hijos de Noé —Cam por los africanos; Jafet por los europeos; y Sem por los indios, quienes llegaron a América desde Asia por Bering y la Polinesia— se mezclaron bajo la Monarquía Católica y constituyeron un nuevo reino, que pese a no ser perfecto era al fin y al cabo un reino cristiano.
Los protestantes en su ceguera atribuyen a Dios su progreso material. Cuánto daño ha hecho Calvino al mundo para que aún hoy crean eso… Tanto, que nuestros mismos hermanos en la fe adoptaron posturas heterodoxas con tal de ganar un supuesto progreso material, como el liberalismo que nos azota desde el s. XVIII. Para el momento de las secesiones —o independencias— la secta de Jansenio ya nos había hecho mucho daño y la Unidad Católica de las Españas vio su fin. Años más tarde, algunos de los hijos de quienes traicionaron al Rey no tuvieron ningún reparo en que Bentham reinara en la política.
De este modo es que cada cierto tiempo el Demonio nos visita y trata de alejarnos de la Iglesia: si la diosa se presentó como una mujer hermosa, el príncipe de este mundo se nos ha presentado ya vestido de Voltaire, ya de Bentham, ya de Smith, ya de Marx. Hoy Huitaca ha retornado y se nos presenta por medio de perversas ideologías que a los ojos de los progres son hermosas: igualdad entre los sexos, el fin del patriarcado, el ambientalismo y el animalismo.
A nuestros enemigos ya no les basta con su lucha de clases, razas y géneros —quién sabe cuál será la próxima categoría que agreguen —: ¿no es acaso el aborto un sacrificio a Baal? ¿Acaso los sacrificios a la Pachamama en Bolivia no son un perverso culto a los dioses telúricos? Colombia, pese a ser un país supuestamente muy católico, ha opuesto poca resistencia a este retorno: en 1991 se consagró la libertad de cultos en la Constitución, y ha sido aprovechada para llevar a los pueblos indígenas de vuelta al paganismo, mientras los mestizos caen en el ateísmo o en manos de Lutero.
¡Ay de quienes no se horrorizan por estar encantados por el supuesto progreso material y jurídico! Recordemos que las grandes civilizaciones presentaron gran progreso momentos previos a su caída. Hoy hemos olvidado que la verdadera civilización es vivir acorde a la Verdad revelada, a vivir como cristianos cada uno de los aspectos de la vida, sea en la política o en la economía.
«Es esta tendencia aún peor que el retroceso; ella nos arrastra a un estado de cosas aún no bien realizado en el mundo; a un paganismo nuevo, mil veces más pavoroso que el antiguo. San Juan Bautista, “voz que clamaba en el desierto”, varón el más eminente de la edad pretérita, representaba toda la filosofía antigua, todas las antiguas profecías, todas las esperanzas y aspiraciones de los hombres buenos de un mundo que ya caducó. Vino Jesucristo, y entonces ese mismo Juan dice: “Es forzoso que yo mengüe”. Sí: delante del cristianismo es menester que mengüe el antiguo orden de cosas: que la filosofía ceda su puesto a la religión y las esperanzas a la fe; en suma, que Cristo reine. Con el cristianismo no puede luchar ya el paganismo antiguo con sus ignorancias invencibles, con sus sinceras esperanzas, con sus gloriosas tradiciones, con su bella literatura y sus sistemas filosóficos. Todo lo bueno que pudo tener el paganismo se convirtió al cristianismo; y contra éste, sólo puede levantarse hoy un paganismo nuevo, con todos los vicios del antiguo y sin ninguna de sus virtudes, que ve la luz y la rechaza; y sólo usurpa sus destellos para arrastrar incautos a sus tinieblas».
(Caro, 1872).

Hoy, siendo día de San Juan Bautista, debemos seguir su ejemplo, dándole a Nuestro Señor Jesucristo el lugar que merece en nuestras vidas y en la sociedad, dejar que reine y gobierne. La belleza física de Huitaca se nos presenta con la pornografía y la promiscuidad; su identificación con Bague es el culto a la tierra, los sacrificios humanos disfrazados de abortos. Nuestro deber es actuar como cristianos, enseñando al que no sabe y corrigiendo al que se equivoca, para lograr eliminar el culto a la diosa lechuza, que mengüe esta religión matriarcal —que no es otra cosa que subversión contra el Padre, contra el Dios verdadero —llamada modernidad.
Referencias
- Bohórquez Roa, A. C. (2017). Bochica en las Crónicas de Indias. ISBN 9781522021940.
- Caro, M. A. (1872, 16 abril). El Paganismo Nuevo. El Tradicionalista. https://catalogoenlinea.bibliotecanacional.gov.co.
- El Greco. (c. 1600). San Juan Bautista [Cuadro]. Museo de Bellas Artes de Valencia, Valencia, España.
- Merizalde Price, J. (2011). Huitaca [Escultura]. Edificio Bicentenario, Palacio Liévano, Bogotá, Colombia.
- Pethboc Chiminigagua. (2015). Huitaca y el arquetipo de la diosa rebelde desde la antiguedad hasta nuestros días. Medium. https://medium.com/laguna-serpiente/huitaca-y-el-arquetipo-de-la-diosa-rebelde-desde-la-antiguedad-hasta-nuestros-d%C3%ADas-309b063fbfed
Un comentario en “El retorno de Huitaca”