El ser hispánico (I): Reflexiones sobre la masculinidad

Carlos Restrepo

Quienes pertenezcan a las facultades de ciencias humanas y sociales en el presente año (2020) muy seguramente habrán escuchado el término «masculinidad tóxica», que por lo general es usado por feministas con el propósito de denostar aquellos patrones de comportamiento «machistas» o valga la redundancia, «tóxicos». Este fenómeno ha tenido un gran impulso en internet donde circulan cientos de vídeos que ayudan a prever estos comportamientos, destacando la presencia de “Las Igualadas”  quienes financiadas por el periódico liberal El Espectador han hecho eco en YouTube y en las mujeres jóvenes. Sin embargo, quienes hoy cursan una carrera de humanas —o la ha cursado recientemente—se habrá topado con estos conceptos en el ámbito académico, dándose cuenta que la verborrea lanzada por los progresistas de internet tiene una larga trayectoria en la Academia, relacionada a la izquierda política, a veces abiertamente marxista.

Era inevitable que esta corriente de pensamiento llegase a las universidades colombianas, como también lo es su aceptación en la Academia, otrora controlada por conservadores y/o liberales moderados. El discurso de género aparece ya en la historia —ya sea para abordar el mal llamado periodo colonial o para hablar del Renacimiento—, en la antropología, la sociología y en otras tantas disciplinas. ¿Cómo define el feminismo académico el género? Este lo define como «un concepto que engloba el constructo social de la femineidad y usado por los movimientos feministas para demostrar que la discriminación a las mujeres no se debe únicamente a los genitales». Si queda duda de la antigüedad de esta categoría puede consultarse el ensayo «El género: una categoría útil para el análisis histórico» de la norteamericana Joan W. Scott quien redacto originalmente dicho ensayo en 1985.

Como no es mi intención hacer un análisis acerca de la ideología del feminismo, retomaré la cuestión de la masculinidad, no sin antes mencionar a la alemana Gisela Bock y la mucho más conocida y leída, Simone de Beauvoir; convendría bien buscar también las polémica de la esposa del nada grato Jean Paul Sartre. ¿Qué es entonces la masculinidad? Para las feministas son los comportamientos atribuidos al género masculino y que a su parecer es una actitud que oprime a las mujeres. Las feministas que más alcance tienen en la juventud hablan de masculinidad tóxica como si de un estereotipo se tratase, un comportamiento que desde los albores del género humano ha sido usado para oprimir… A este punto el lector ya habrá soltado una risa. Pese a ello, estos conceptos tienen su origen en la academia, la cual prefiere hablar de masculinidades en plural, pues quedándole aún sentido común comprende que sería anacrónico hablar de feministas en la Edad Media.

No hace falta enumerar los comportamientos que incomodan a las feministas, por lo que proseguiremos a un asunto mucho más interesante y tradicional. ¿Existe la masculinidad? Es evidente que sí, pues durante mucho tiempo se habló de virilidad dentro del mundo cristiano poniendo por modelos a Nuestro Señor Jesucristo o a San José. También son ampliamente usados los términos «dionisiaco» y «apolíneo» para contrastar los comportamientos de Dionisio y Apolo, siendo el primero desordenado y el segundo ordenado, mas casi siempre contrapuestos de forma maniquea. Otro ejemplo es el espíritu fáustico —de Fausto de Goethe— que Oswald Spengler utiliza en “La decadencia de Occidente” para definir el espíritu alemán, diferenciándolo del resto de europeos y en especial del inglés. Como antepenúltimo ejemplo tenemos la figura del burgués, modelo de la masculinidad inglesa/británica, el cual recibe el adjetivo peyorativo de «dandi».

Por último, el que más le interesa a los lectores habituales del blog y también a los lectores no habituales que hayan nacido en las Españas, ¿cuál es pues, la masculinidad o modelo viril hispánico? Bueno, no es uno, sino tres modelos, tres tipos de alma, dicho en palabras del historiador, Jaime Jaramillo Uribe:

De ahí también que los tres tipos humanos que ha creado España, el pícaro, el místico y el caballero cristiano, tengan como denominador común el ver los bienes materiales como algo subordinado a las tareas más altas, como la exaltación de la personalidad, la gloria o la fama, o la salvación del alma.

No deja de ser interesante como a pesar de las diferencias de estos tres tipos de alma que caracterizan a un español siguen distando mucho de los modelos propios del resto de naciones, en especial de burgués británico mucho más centrado en el ahorro y en el trabajo como un fin, incluso como fin último. ¿Dónde quedan los neogranadinos? Cierto es que las naciones no se improvisan ni se inventan; España es y siempre fue una nación de naciones una monarquía universal y católica donde muchos pueblos distintos estaban bajo la soberanía del mismo Rey y le rezaban todos al mismo Dios, que es Uno y Trino y cuya iglesia es la Iglesia Católica bajo la tutela del Papa, sucesor de San Pedro. Si existe una nación colombiana —lo cual es dudoso, pues no existe una única cultura en todo el territorio nacional, existiría más bien varias naciones que trascienden las fronteras de los actuales estados: andina, llanera, caribeña, pacífica, amazónica—sería la neogranadina.

Decía también Jaramillo Uribe:

Contra lo que suelen indicar los datos de una historia y una sociología que se quedan en la superficie de los fenómenos, esta idea de la vida, esta estructura espiritual, es también la dominante en el hombre hispanoamericano, racialmente mestizo, pero espiritualmente modelado sobre el núcleo de la forma española de vida, que le pertenece por derecho propio; y no como simple préstamo.

Dicho esto, podemos afirmar que el ser hispánico vive también en los neogranadinos —colombianos según el pasaporte— aún a día de hoy. Ejemplo de estos hay muchos, para el «pícaro» el mejor es el clásico Don Juan, el bien conocido seductor que aparece tanto en nuestra literatura y pese a la connotación negativa que tiene el oficio de seductor hemos de recordar que el Don Juan de José Zorrilla  se arrepiente al final de su obra, salvando así su alma. Para el «místico» no debemos ir demasiado lejos, cuenta España —con las Indias incluidas— con un extenso catálogo de teólogos y ejemplos más sencillos son los hombres devotos que sin importar su erudición aman a Dios y se confiesan, demostrando que quieren salvar su alma.

Por último, la más perfecta de estos tipos de alma, «el caballero cristiano» que pareciera tomar lo mejor de los pícaros y los místicos para encarnar al Miles Christi. Un caballero no es un hombre que recibe el título de Sir y va por ahí anteponiéndolo a su nombre en las rubricas; el caballero es el defensor de los pobres, es galante con las mujeres, es temeroso de Dios. No es de extrañar que la figura del caballero recuerde a Inglaterra, pues son populares en todo el mundo las leyendas artúricas y con ellas el personaje de Galahad, aun así, el caballero estuvo presente en toda la cristiandad, incluso en Rusia donde recibe el nombre de bogatyr.

En las Españas la figura del caballero estuvo encarnada en el hidalgo, el cual nos recuerda al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha —para nosotros el llamarnos de «don» es equivalente al «sir» y al «lord» de los británicos. Es la obra de Cervantes la más importante de la literatura española, aun cuando en su tiempo estuvo opacado por el Fénix de los ingenios, Lope de Vega, o como gustaba llamarlo Cervantes, el Monstruo de la naturaleza. No obstante, no es esta magistral novela donde se evidencian los rasgos del alma hispánica, resume bien Calderón de la Barca el deber de un cristiano español: “Al rey la Hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios”.

Y trasladándonos a la realidad, ¿no fueron caballeros El Cid y Don Pelayo? ¿No es acaso la Reconquista la lucha de los caballeros cristianos contra los mahometanos? ¿No es la Conquista de América la continuación ininterrumpida de la Reconquista? Si repasamos la historia nos encontraremos con muchos caballeros o hidalgos, cuando los recordamos aún los tratamos de don, incluso en quienes no son afines al carlismo les despierta cierta emoción pensar en los hombres valientes del pasado. No deben pues, quedar dudas de que los tres tipos de alma están presente tanto en el mestizo boyacense que se abriga con su ruana, como en el andaluz que baila zarabanda.

Ahora el punto de divergencia, se puede —y con estrictas condiciones se debe— hablar de masculinidades tóxicas. Hablamos del mundo de ayer de Stefan Zweig, el hombre burgués, el dandi que olvidó ser hombre y se dedicó a perfumarse. Este hombre burgués es afeminado, anglófilo, protestante en su comportamiento aunque se diga católico; estos hombres crearon el dañino ideal del hombre con grandes rentas que junta dos frases que rimen y ya tiene esposa, que más que esposa es una sirvienta. Este burgués creó el mundo industrial, se fue a vivir lejos de sus empleados, rompiendo la relación orgánica entre obreros y patrón.

Y mientras este burgués amansaba fortunas y vivía la vida citadina el proletario pasó a vivir peor que el esclavo de la Confederación. No le bastó al capitalista con que sus obreros trabajaran más de doce horas al día, sino que obligó a su mujer e hijos a ingresar al mundo industrial con un sueldo inferior, pues para él solo complementaban los ingresos del hogar. Con el tiempo se prohibió el trabajo infantil y comenzaron las protestas de mujeres por mejorar su condición laboral, no es de extrañar que la miseria a la que fueron sometidas las clases bajas permitiera que el marxismo y el feminismo echaran raíces. El feminismo es pues, hijo del marxismo y este a su vez lo es del liberalismo, o sea, del capitalismo… Y sobra decir que el liberalismo es pecado.

La sociedad moderna no llevó pues a la libertad femenina, sino al entierro definitivo del mundo tradicional, la muerte de este varía según el país. El mundo de ayer de Zweig, o sea la Viena del s. XIX evidencia que Austria era ya un país moderno y liberal, el Reino Unido y los Estados Unidos decimonónicos son también ejemplos de modernidad, Francia es también moderna. Las Españas por su parte se encontraban balcanizadas y se vieron envueltas en muchas guerras civiles donde se intentó imponer la modernidad, objetivo que infortunadamente se logró. La realidad es que para el s. XX el mundo ya no era tradicional sino secular, liberal, esto mucho antes del Concilio Vaticano II, que no es sino la consecuencia de las tendencias modernistas que ya se habían infiltrado previamente en la Iglesia.

La sociedad moderna es pagana, como ya se expuso en el artículo «El retorno de Huitaca», así como en la reproducción del discurso «El paganismo nuevo» de Miguel Antonio Caro, en este mismo blog. ¿Cuáles son las implicaciones de la modernidad para la virilidad? Efectivamente es el afeminamiento y con ello que la mujer pierda su feminidad al intentar imitar al varón, en un fútil esfuerzo de llenar ese vacío. Y para lograr la modernización —secularización— de las Españas se debió atacar al hombre en sus tres tipos de alma con la llegada del burgués, tan contrario a nosotros. En la actual República de Colombia, la Comisión Coreográfica no tuvo únicamente un objetivo científico, sino social, al analizar los usos y costumbres de cada región, se desarrollaba también un plan para que se pareciera al mundo andino y éste a su vez, se pareciera más a Europa, y no la Europa medieval, sino la Europa moderna y secular, encarnada en la UE.

Minar tres tipos de alma no es sencillo, pero siendo una sociedad secular es muy sencillo que las potencias de las que nacen estos tres modelos degeneren en algo peor. Y así como Aristóteles decía que las tres formas de gobierno: monarquía, aristocracia y politeía degeneran en tiranía, oligarquía y democracia —o demagogia en términos modernos, pues la democracia se ha convertido en ídolo; el ser hispánico se deforma en el adúltero, el puritano y en el hombre que lucha contra molinos—.

¿Es la picardía mala? No realmente, la picardía está muy presente en la historia de España y si la potencia se encamina a la salvación del alma el pícaro se convierte en un buen hombre; la galantería y forma española de amar es mucho más viril que la británica, sin embargo debe ser encaminada, pues fácilmente se deforma. El adulterio es un pecado grave, el hombre galante y que tiene don para enamorar a las mujeres debe evitar la fornicación, debe usar la picardía para buscar unirse con su enamorada en santo matrimonio. Se destaca la obra del escritor Ramón María del Valle-Inclán, «El marqués de Bradomín, Coloquios románticos» cuyo protagonista se inspira en el General carlista Don Carlos Calderón y Vasco, de quien S.M.C. Don Carlos VII decía:

Tendrá ahora veinticinco años, y cuando se siente un poco, creo que valdrá. Tiene corazón y bastante buen criterio; es valiente y decidido. Algo corredor y muy alborotado. Ha hecho sacrificios pecuniarios por la Causa y está dispuesto a hacer más. Tiene un buen fondo, pero ha sido mal educado. No le han inculcado principio alguno, pero defiende los nuestros con entusiasmo, aunque no practica la Religión. A mí me quiere de veras. Nunca adula; si peca, será por el lado contrario. Tiene la noble ambición de la Ordenanza; es muy pundoroso y desea llegar a ser algo, pero mereciéndolo. Le gusta discutir, y en la discusión da a conocer que no carece de talento, pero un talento natural al cual falta el pulimiento. A veces, pasa horas enteras con Aparisi, y dice que piensa idénticamente como él, lo que no deja de sorprender a los que le conocen y saben lo calavera que es, pero buen calavera. Tiene buenos modales en sociedad, y era uno de los elegantes de París. Espero, dentro de unos años, escribir otra vez sobre Calderón y decir de él cosas grandes, pues le creo capaz de ellas.

S.M.C. Don Carlos VII

¿Es malo esforzarse por no pecar? Evidentemente no, pues es virtuoso aquel que se aleja de la ocasión de pecar. ¿Cuál es el problema con el puritano? Que el puritanismo es de tendencia protestante y que entró a la Iglesia Católica por medio del jansenismo, tal infiltración afectó incluso a la Inquisición. Y así como en su tiempo los hijos de Jansenio quisieron prohibir «El Quijote» por cierto pasaje, hoy hacen una mediocre crítica a Cervantes, acusándolo incluso de judaizante —al hombre que quedó mancó en Lepanto defendiendo la religión— porque Don Alonso Quijano no va a misa durante la novela. Del mismo modo algunos hombres prohíben lecturas y actividades por no estar relacionadas con la religión, desde ver fútbol a leer un libro que no sea de temática específicamente religiosa. ¿Habrá que recordarles que S.S. León XIII fundó en Roma una academia para el estudio de clásicos griegos y latinos? ¿Acaso hemos de dejar de leer la Ilíada y la Eneida?

Por último, la forma deformada del caballero cristiano: aquel que lucha contra molinos. Esta figura es mucho menos común que las dos anteriores, pues la secularización suele conllevar a que cesen los caballeros para dar lugar a otras masculinidades. Es cierto que lo quijotesco tiene una connotación negativa —con razón—, incluso dentro del carlismo. Don Alonso Quijano es un hombre que por leer muchas novelas de caballería confunde la realidad con la ficción, confunde molinos con gigantes y cree que Dulcinea le ama. No podemos pretender ir por ahí vestidos de forma anacrónica y con espadas, pues si ya era anacrónico en el s. XVII mucho más lo es ahora. Los hombres que luchan contra molinos son aquellos que se niegan a ver la realidad y llaman enemigos finales a los peones del Anticristo, como si el comunista del pueblo participara en las reuniones de las grandes logias, codo a codo con Soros.

En conclusión, la secularización lleva al pecado y el pecado al desorden de las pasiones y el mal uso de nuestras potencias. Claro es que el mundo nunca ha sido perfecto, pecadores ha habido desde que Eva comió la manzana y Adán la secundó; y sin embargo aun cuando en tiempos de la monarquía católica miles de pecadores pululaban en las tres deformaciones mencionadas, mucha más gente se salvaba. ¿Por qué? Porque la sociedad aún no era secular y bastaba con que pícaros, místicos y caballeros decidieran que su fin último era la salvación de alma. Hoy es mucho más difícil, mas no imposible, cada quien según sus habilidades debe desarrollar sus potencias, asumir uno de estos tres tipos de alma y abandonar definitivamente el estilo de vida burgués. Solo asumiendo nuestro verdadero ser, nuestro ser hispánico, respetando y viviendo la tradición, profesando la fe de nuestros padres, solo así es posible hacer frente al feminismo, a su padre el marxismo y a su abuelo el liberalismo.

Referencias:

  • Beauvoir, Simone de. El segundo sexo.
  • Bock, Gisela. La historia de las mujeres y la historia del género: Aspectos de un debate internacional.
  • Borbón, Carlos de; Ramos, Bruno. Memorias y diario de Carlos VII (URL: https://books.google.es/books?hl=es&id=JNgpAQAAMAAJ).
  • Calderón de la Barca, Pedro. El alcalde de Zalamea.
  • Goethe, Johann von. Fausto.
  • Jaramillo Uribe, Jaime. Caro y Alberdi. Dos posiciones frente al problema de la orientación cultural de Hispanoamérica en el siglo XIX.
  • Jaramillo Uribe, Jaime. Miguel Antonio Caro y el problema de la valoración de la herencia espiritual española en el pensamiento colombiano del siglo XIX.
  • Scott, Joan W. El género: una categoría útil para el análisis histórico.
  • Spengler, Oswald. La decadencia de Occidente.
  • Zweig, Stefan. El mundo de ayer.

2 comentarios en “El ser hispánico (I): Reflexiones sobre la masculinidad

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