La adoración animal y el sacrificio humano

J. Paloma

Hispanoamérica y Europa, dando la espalda a su pasado cristiano, se levantan a favor de las aberraciones más penosas, en borreguismo a la sinrazón, en afrenta a quien pone frente a la injusticia de sus propuestas adoptadas de las simas del mismísimo infierno. El conjunto de territorios que decidió entregarse a la hiez de la ideología liberal encuentra hoy su base en la adoración animal y en el sacrificio humano, como decía Chesterton.

Mientras los hombres de estas sociedades se rinden en sentimentalismos corrosivos de la moral tradicional, mientras establecen cultos y acuerdan leyes en favor de la superioridad de los animales —que para ellos son seres existencialistas que necesitan encontrar por medio de la razón humana el sentido de su vida—, mientras se les entrona a las bestias y se les viste en gusto a su amo, el hombre moderno en igual medida proclama, se excita y se revuelca en su porquería al momento de escupir el hedor del supuesto derecho al aborto y a la eutanasia, al asesinato sistemático y presuntamente justo de los seres humanos en nombre de los postulados liberales, de la ecología y del egocentrismo.

La sociedad moderna es idólatra por excelencia puesto que es normal que se postre ante el dinero o ante los animales, o peor: ante ambos a la vez. El negocio de las mascotas es inimaginablemente rentable, al igual que lo es el lucro de las clínicas con el sacrificio humano, o también las billonarias ganancias de las ONGs que financian a los movimientos animalistas o abortistas que impulsan las tan progresivas leyes en favor de derechos inexistentes tanto para las bestias como para hombres. Los animales no tienen derechos, ni en sociedad sana deben tenerlos, y con esto no aseguro que el hombre esté exhorto de someterlos a sus más viles maldades, sino que, al contrario, al animal hay que dejarlo ser animal, y al hombre hay que ponerlo en el lugar donde las ideas ilustradas de los tendenciosos corrompidos, como Peter Singer, lo quitaron. 

La fe cristiana le brindó a la sociedad una enseñanza única sobre el puesto que ocupa la creación humana de Dios dentro de este mundo, y el progreso derribó todo esto para regresarnos a la barbarie, al amanecer de los ídolos, a la celebración del sacrificio humano efectuado por los paganos. Chesterton tenía razón: hoy se entrona a una bestia y se sacrifica a un niño o un anciano. Es más, agrego yo, que la sociedad, con ayuda de los gobiernos, lo que realmente ha entronado en palacio de oro es a la serpiente del Génesis.  

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