Los fundamentos de la alta escolástica (I)

Alejandro Perdomo

Escolástico —doctores scholastici— era el nombre que tenían los hombres de ciencia medievales que servían bajo la estructura eclesiástica. Su erudición les permitió hacerse con la enseñanza, y la educación, durante el medioevo y contar con el respaldo de príncipes y señores feudales. Escolasticismo no hace más que remitir a su etimología —schola, σχολή— porque los primeros escolásticos eran hombres de Dios dedicados a la tarea de la glosa y la exégesis. Los escolásticos, que a su vez hacían vida monástica, terminaron por dar génesis a las primeras universidades —universitas— haciéndose profesores. (Schumpeter, 2006, p. 74). La Baja Edad Media es el período donde comienza a proliferar la escolástica, en el último tercio del siglo XIII hallamos la concepción tomista de las cosas, la expuesta en la Summa Theologica.

Dicen García & Sesma (2014) que la visión de Tomás de Aquino era la «más amplia, racional y sistemática» porque ella aportaba un «mayor carácter naturalista y humanista» que permitía el estudio de todas las cosas a partir de la distinción entre esencia y existencia. (p. 430). Se ha llegado a afirmar que la literatura proveniente de los centros monásticos, de los claustros, fue diseñada principalmente para la meditación y la conducta de los hombres, a modo de inspiración. Dentro podía encontrarse no solo la exégesis bíblica, sino la hagiografía y la propia historia. Desde la perspectiva de Lawrence (2015) el objeto del tratado escolástico sería la investigación y luego, la especulación. La escolástica sería, en consecuencia, un fino producto de un nuevo medio intelectual y social que bien podría explicarse con la expansión de las escuelas en las últimas décadas del siglo XI.

Esta expansión, por así decirlo, estaba directamente asociada con la recuperación de la filosofía griega y árabe, que acabaría confluyendo con los aportes romanos que la Iglesia salvaguardó con tanto recelo. (p. 129). En efecto, a cargo de la Iglesia católica se recuperarían las obras de Aristóteles, tratados de ciencias naturales, matemáticas de origen griego, medicina árabe en un ambiente de tolerancia como el de la communitas christiana. La teología cambió de forma definitiva, a comparación de la patrística, con la lógica aristotélica y todos los nuevos conocimientos rescatados del mundo clásico. El ambiente escolástico fue, primordialmente, un ambiente de disputa y debate.

La escolástica puede tener origen, o raíces, en una actividad tan rutinaria como era comentar textos clásicos. Las glosas o los comentarios anónimos escritos sobre el texto o en los márgenes fueron el origen, por lo menos, académico de la escolástica. Desde la exégesis y la glosa, a partir de autores anónimos y grupos de escolares, se vería ese curioso producto intelectual del que hablaremos a lo largo de este trabajo. (Adamson, 2019, pp. 32-36). De acuerdo a Baeck, por medio de Price (1997), el legado de la filosofía griega, a través de los eruditos islámicos y gracias a las escuelas de traducción cristianas, se tradujo todo del árabe al latín lo que dio como resultado un interés sin precedentes en la sistematización, culminando en la transformación teológica; en la transición de una metodología teológica a otra. En esta línea de nuevos teólogos encontraríamos a Hugo de San Víctor, a Guillermo de las Conchas, a Domingo Gundisalvo y a Juan de Salisbury, uno de los referentes del tiranicidio. La filosofía seguiría siendo agustiniana, y por tanto platónica, por mucho tiempo hasta que, en su culminación dialéctica, encontramos a los dominicos Alberto Magno y a Tomás de Aquino, aristotélicos. (p. 159).

Mientras todo se reducía a comentar la biblia en las aulas, en el ambiente escolástico proliferó un discurso lógico cuyo método esencial era el definir términos. Este método lógico permitió la elaboración de las summas, que eran tratados doctrinales. Sin esta metodología, no se habrían generado las Sentencias de Pedro Lombardo que luego formarían parte de la instrucción teológica universitaria a lo largo del siglo XIII. (Lawrence, 2015, p. 130). Una conclusión similar tienen García & Sesma (2014) cuando afirman que la dialéctica escolástica era el método científico por excelencia porque este, a partir de su incapacidad para alcanzar evidencia intelectual, obligaba a utilizar la interpretación del mundo por medio de las ciencias exactas.

Era, sin que haya duda de esto, un método experimental. De forma contemporánea con Tomás de Aquino, se encontraba el célebre Roger Bacon, el Doctor Mirabilis, que por su parte sugería un lenguaje matemático para explicar el mundo, ya que la dialéctica por sí sola no cumplía este fin. Así, Bacon propone tres formas de conocer: autoridad, raciocinio y experiencia. La Historia ha sido injusta respecto al asunto de la escolástica, al punto de que escolástica es sinónimo de dogmatismo y de intolerancia. La importancia de exponer sus antecedentes, y contrastarlos, además de hacer el estudio de los principios económicos de la escolástica, atiende precisamente a su rescate y a reconocer su influencia, esta última olvidada por completo.

Es un hecho que la escolástica declinaría con la ciencia laica y con las universidades laicas, considerando que los centros urbanos crecían y la burguesía estaba en ascenso. La ruptura del monopolio eclesiástico, que sería un proceso bastante largo y que terminaría en la pérdida incluso de la jurisdicción eclesiástica o de beneficios de carácter feudal, desembocaría en consecuencias tales como que las universidades, ya laicas, emprendieran otros programas educativos. En las nuevas escuelas simplemente se aprendía aritmética, latín y formación mercantil, primordialmente en Florencia, Venecia y un sinfín de ciudades de la época. (García & Sesma, 2014, p. 432). El germen de la modernidad se encontraba ya allí, la vida burguesa comenzaba a alzarse por sobre las virtudes que previamente había trazado la escolástica y una nueva puerta se abría.

 Pero es innegable, más allá de que una haya reemplazado a la otra, que la ciencia escolástica, en palabras de Schumpeter (2006), contenía todos los gérmenes de la ciencia laica del Renacimiento y que estos gérmenes, a saber, se desarrollaron de manera lenta y progresiva dentro del sistema de pensamiento escolástico, los laicos siempre estuvieron trabajando dentro de la escolástica y pues, dos ejemplos serían Nicolás de Cusa, un filósofo de la modernidad, y Copérnico, doctor en derecho canónico. (pp. 77-78). Sin más preámbulos, y habiendo hecho las reflexiones pertinentes, demos paso al tema que nos atañe que no es más que la centralidad de la justicia y su papel en las relaciones sociales como la base de los principios económicos de la escolástica.

Segunda parte de este artículo aquí.

Tercera parte de este artículo aquí.

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