La niña de 8: carnada de la ola verde

Paolo E. Regno

Fue divulgado por la cadena de noticias TVN el caso inédito, de una niña de etnia guna de ocho años, que fue llevada a un centro de salud por su familia cuando notaron cambios en su cuerpo. La niña estaba encinta, y se le atribuye el caso de embarazo más precoz en Panamá, lo que ha llevado a la consecuencia de afirmar que la misma fue víctima de un abuso sexual, puesto que, dada su edad es difícil que dé su consentimiento para el acto, si no imposible.

Sin embargo, la turba se ha encendido con el caso, y voces han clamado a gritos pidiendo que se realice un aborto a la niña de ocho años, argumentando tanto sobre su propia salud como su condición económica.

Cabe notar que es una extraña coincidencia que la noticia de la niña de ocho años embarazada por una violación circulara en los medios un día después que en la vecina Colombia, la Corte Constitucional legalizara el aborto hasta las 24 semanas. No hubo ni dos días de diferencia, entre un evento y el otro, y así, tenemos el caso del embarazo más precoz de la historia registrada de Panamá.

Sin embargo, sería un cinismo pensar que es el primer caso de embarazo precoz en nuestro país, donde la gestante no está lo suficientemente desarrollada como para sobrellevar el embarazo, como igualmente las condiciones económicas para dar una vida digna al hijo, una vez que nazca, incluso si la edad de ocho años constituye un nuevo precedente.

Según estadísticas del ministerio de salud, aproximadamente, 1 de cada 4 embarazos en el país del año de 2020 se dieron en niñas ó adolescentes. Esta cuestión no es un problema nuevo, y de hecho, con la pandemia se agravó.

Es igualmente denunciable el pensamiento de las masas, la demagogia, la tiranía de la plebe, que considera como solución viable, salvar a una niña de ocho años de sufrir daños en sus órganos, mediante la succión, y descuartizamiento de otra criatura. Y mucho más denunciable la falacia de achacar a quienes defienden a ambas vidas, el desearle el mal a la niña gestante.

La vida humana comienza en la concepción, y como tal debe ser respetada, contra ella no se puede atentar, y esta idea debe llevarse, como buena que es, hasta las últimas consecuencias, por ejemplo el contexto actual en la realidad panameña, por un ser algo que toca a lo científico y moral, es decir, un asunto bioético.

Quienes chillan que se viola el «estado laico» (aunque también erran, desconociendo los derechos de Dios), ignoran que esta es una rebeldía contra el orden natural, y lo es contra el orden sobrenatural en tanto y cuanto Dios decreta «no matarás», pero el problema va en considerar como solución viable el cobrar una vida de la propia especie, dotada de razón y entendimiento en potencia, es decir, la criatura al nacer no habla, no piensa, sin embargo, tiene la capacidad de desarrollar estos rasgos, y ello de la su dignidad como ser humano.

Podemos pensar en factores poco convencionales, que las ya mencionadas masas ignoran, para considerar cómo se suscitaron las condiciones para que una niña quede encinta en su entorno familiar. Porque quieren pedir el aborto cuando ya está encinta la criatura, pero no aparecen, y no opinan (o cacarean frases vaciadas por la monotonía, que eligen a los mismos «representantes» de siempre).

Por ejemplo, que el Estado «soberano» legisle la escolaridad obligatoria a la población panameña, a través de la Ley Orgánica de Educación. Igualmente, el Estado conviene en asambleas internacionales como la 38° Conferencia General de la UNESCO, para garantizar 10 años de escolaridad obligatoria.

A priori, pareciera que no se hace nada malo, más bien, a través de la enseñanza se evitan tragedias como esta, ¿cierto?, sí, pero cuando el Estado moderno legisla que la educación es «deber del individuo», expresa mediante un eufemismo que el Estado ha de tener un monopolio sobre la educación. Más adelante, en la Ley Orgánica de Educación, vemos cómo se impone una ideología a la escolaridad obligatoria. A las pruebas me remito, los artículos 3, 5 y 9 son los más evidentes al respecto.

Y dado el grado de corrupción del Estado panameño indistintamente de quién es presidente, porque el sistema está en tal posición que la plebe se tiraniza a sí misma, y continúan, como diríamos en buen panameño, eligiendo «a los mismos de siempre». Y eso es lo central en tema de educación, retirada de las manos de la familia, fundamento de toda sociedad y comunidad política según el orden natural.

Igualmente, vemos en la sociedad contemporánea una amplia sexualización, incluso en entornos familiares e infantiles como los ya mencionados planteles educativos. Vemos la difusión de la pornografía, y de la idea errónea de que enseñarles «educación sexual» y darles anticonceptivos a los niños y adolescentes les dará conciencia sobre el problema. Vemos una amplia tasa de criminalidad. Todos estos factores influyen.

Para que se den embarazos no «planeados» o no «deseados» en donde la gestante es una niña ó adolescente, necesariamente hay problemas sociales que los colectivos que piden a gritos un aborto como solución inmediata ignoran. Pero, sobre todo, cala en la «opinión pública» la creencia de que un aborto resolverá el problema, ignorando lo descrito hace un momento.

La niña de 8 merece recibir ayuda y un entorno digno para continuar su desarrollo y el de la criatura que inevitablemente tiene que dar a luz. Sería justo que la niña recibiese terapia tanto fisiológica como psicológica por la carga que el abuso sexual y el parto a su tierna edad le causen.

Sin embargo, es cuestión de tiempo para que, estadísticamente hablando, la próxima niña ó adolescente en Panamá quede encinta. La revolución liberal, que nos atormenta hace dos siglos ya, avanza dando retumbos, cada paso como consecuencia del anterior. ¿Se pretende acaso que cada vez que ocurra este hecho, se resuelva con un aborto? ¿Cuándo iremos a parar? ¿Se abrirán las puertas para el aborto on demand, es decir sin restricciones, sin evaluar motivos, y «gratuito»?

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