«Colombia necesita un cambio», se vociferará en las urnas este domingo 19. El cambio es el fin último tras cuatro años de un gobierno de derecha liberal inoperante y timorata. Uno que no pudo recuperar el territorio, ignoró los problemas sociales de la población y que mantuvo a la economía en un estado letárgico y contraproducente.
El «cambio» se ha convertido en palabra sacrosanta para los movimientos políticos que se disputan el poder en esta segunda vuelta. Por un lado, la enarbola Gustavo Petro del llamado «Pacto Histórico»; del otro, Rodolfo Hernández con su «Liga de Gobernantes Anticorrupción». Sin embargo, ninguno demuestra un cambio para bien.
La emergencia económica con Petro es probable, pero no es lo único: el demérito de la Religión verdadera, una división social más profunda y la continuación inescrupulosa de la disolución familiar se ven aseguradas.
El blasfemo Hernández, por su parte, también ha prometido continuar a toda marcha la agenda progresista del aberrosexualismo, el aborto y la legalización de las drogas.
No importa cuántos cálculos racionales se lleven a cabo: intentar justificar el voto en un escenario en el que ninguna de las alternativas se presenta como defensor del bien común, tanto temporal como trascendente, es caer en un error irremediable.
Esto no es único en estas elecciones: la democracia moderna siempre da luz a bastardos con ínfulas de druidas de una nueva era. El partido es su religión. El voto, su ordenación. El pueblo, el sacrificio. Las oligarquías que nos aquejan no pueden ser derrocadas a través del mismo instrumento que han creado para engañar a la población; todo se mantendrá intacto, como concluye Dalmacio Negro en su estudio sobre la oligarquía.
Todo esto permanecerá igual mientras el pérfido régimen del 91 se mantenga vigente. El cambio sólo será aparente o será siempre para mal.
Por estas y más razones que se nos hace imposible plasmar en un solo comunicado, el carlismo colombiano reitera la posición que casi siempre ha tomado la Secretaría Política de la Comunión Tradicionalista: la abstención.
Junio de 2022
Mes del Sagrado Corazón de Jesús