
Todo nos sonríe; pero es preciso que la mies madure y llegue a su término y sazón; y para eso es necesario que se levante en todas partes nuestra enseñanza, que se nos oiga y se nos vea, y, realizando con el auxilio de lo alto en política el milagro de la piscina de Siloé, demos vista a tantos ciegos que aún se empeñan con tenaz obcecación en no ver la luz. Decíamos hace poco: «Lo por venir es nuestro».
Ahora añadimos: El único enemigo que puede retardar el triunfo de nuestra causa somos nosotros, si no sacamos partido de las circunstancias y nos dormimos en letargo criminal.
Cruzarse de brazos es en ocasiones un rasgo de prudencia. Caminar lentamente cediendo la palabra al tiempo es prueba muchas veces de sabiduría. Trabajar, trabajar sin descanso, febrilmente como si oyéramos en nuestro interior una voz imperiosa que nos gritase: «¡Aprisa! ¡Más todavía!», y no rendirse a la fatiga y renegar de la indiferencia como si tuviésemos delante de los ojos el ángel de la esperanza abriéndonos dilatados horizontes con sus alas; ése es nuestro deber.
Cumplámosle con resolución, y todo lo demás se nos dará por añadidura.
Juan Vázquez de Mella.
El Correo Español, 18 de agosto de 1894.